Debates

Texto completo del discurso de Santiago Mitre en el Congreso Nacional contra el desfinanciamiento del INCAA

Publicada el 16/01/2024




Mi nombre es Santiago Mitre, soy guionista y director de Argentina, 1985, que hace casi un año hoy, fue ganadora del premio Golden Globe a la mejor película internacional, y también estuvo nominada al premio Oscar, en la misma categoría. Digo esto para señalar que durante todo el recorrido que implicó promocionar esta película pude ver la admiración que genera nuestra cinematografía – y agrego – nuestro país en el mundo. Es –y no voy a ser modesto– una de las cinematografías más respetadas del mundo.

Todos aquí admiramos a Ricardo Darín, pero no sé si todos saben que Ricardo Darín es admirado en todo el mundo. ¿Existirían las películas de Darín, Morán, Suar, Roth, De la Serna entre tantos otros…  si no hubiese existido una Ley de Cine que propulsó y sostuvo una cinematografía a lo largo del tiempo? No.

Esto que viví yo el año pasado, seguramente lo vivió Damián Szifron, con su película Relatos Salvajes que fue un éxito nacional e internacional enorme, con público y premios por todos lados; y algunos años antes, Juan José Campanella con El secreto de sus ojos ganando el Oscar –cuya admirable productora Vanessa Ragone esta acá conmigo. O La historia oficial, o Camila de María Luisa Bemberg un poco antes también, y hay más.

No sé si lo sabían, pero Argentina es el país que más nominaciones al Oscar tiene en la región. ¿Por qué sucede eso? Porque hay una Ley de Cine que sostiene y fomenta la existencia de un cine argentino. Las películas argentinas se exportan a todo el mundo. Son reconocidas en todo el mundo. Generan divisas, trabajo de calidad y valor agregado. Le dan visibilidad a nuestro país. Generan admiración. ¿Por qué queremos destruir eso? ¿Para qué? Y no solo las grandes películas con grandes estrellas, sino un sinfín de películas pequeñas, hechas con presupuestos muy acotados, que sostienen ese prestigio. Este año, sin ir más lejos, la película Trenque Lauquen, dirigida por Laura Citarella, fue elegida como la mejor película del mundo de 2023 por la más prestigiosa revista de cine de Francia. Podría seguir enumerando casos. Hay muchos. Muchísimos.

Los últimos 30 años han sido fuera de cualquier duda los mejores del Cine Argentino en toda su historia: la primera vez en que el Cine Argentino ocupó un lugar importante y sostenido a nivel internacional. Y eso es indisociable de una política de producción cuyo eje fue un organismo autárquico –ajeno a los caprichos del poder político de turno– y cuyo presupuesto (pese a las insistentes falsedades que se dicen) no está relacionado con el presupuesto nacional. Se autoabastece.

El cine no pide plata: pide que se mantenga la ley que le permite seguir autofinanciándose.  La pérdida de esa autarquía (implícita en la inminente intervención) augura un horizonte de menor diversidad, menor calidad, en el cual se vislumbra no un intento de resolver nada sino un gesto demagógico y destructivo. Volverá a la industria del cine en susceptible de convertirse en una herramienta más de los caprichos de la contingencia política. Y mucho más importante, aleja cualquier posibilidad de que efectivamente se realicen las reformas que sí son necesarias. Nada es más perjudicial para el espíritu de cambio que un reformismo apresurado e irreflexivo.

En un momento en que los contenidos cinematográficos son cada vez más demandados gracias a los cambios tecnológicos, en el que Argentina tiene técnicos de altísima calidad y productores que pueden producir y liderar contenidos de gran proyección internacional, no es momento de retroceder y destruir lo obtenido. Sí es momento de pensar cambios: y esos cambios deben ser pensados con responsabilidad, análisis, pensando en lo que el cine puede aportarle al resto de las industrias, a las provincias, y sobre todo a la imagen de nuestro país. Puedo asegurarles que es MUCHO. Seamos responsables. Gracias.


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